Loros en Mi Pino Paraná ( o Brasil )
FRAGMENTO del Texto de Oscar Zaitch
Habían sembrado, hasta donde se perdía la vista, infinidad de retoños despreciables hasta para las hormigas por su pequeñez, pero que era de suponer que luego de diez años y diez metros de lluvia, habrían de serruchar y convertir en múltiples y jugosos billetes.
Una vez puesto en marcha el proyecto, Raúl se había consagrado de lleno a lo que en realidad más le importaba: crear un nuevo habitat, parecido al que venía idealizando cada vez que se demoraba en alguna comisaría a la espera de la devolución de alguno de sus hijos adolescentes. Un ambiente en verdad bucólico, de esos que imagina uno al escuchar la Pastoral, con ondulaciones verdes, aire puro y fresco, algunas ovejitas y tal vez hasta un zorzal. Con Raul sentado en los atardeceres, mirando el Betete o los ombúes, respirando hondo en un silencio que hasta podría tocarse...
.... a los asados de Raúl se iban maravillados
por la serenidad del sitio y reconciliados con la naturaleza.
Lo que al principio había sido el fondo sonoro de la naturaleza, para el oído de tísico de Raúl, entrenado a diferenciar los timbres arrebatados de Arrau de la severidad formal de Backhaus en las sonatas de Beethoven, empezó a ser un ruidillo molesto al despertar en las madrugadas del verano, en que parece que los loros están quejosos por cualquier asunto. Pero una vez percibido, el griterío pareció aunmentar de volumen y también a hacerse más frecuente. Al mes de haber descubierto “el ruido a loro”.
....Los nidos, enormes,
esban como a veinte metros de altura, ...
fuera de ruta de toda posible trepada de los peones. Comenzó con un rifle de aire comprimido, porque odiaba las armas de fuego. Los balines llegaban tan desinflados a los nidos que apenas pudieron lesionar a un par de bichos, lo cual aumentó la gritería durante semanas. Luego trajo unas culebras no venenosas, que si bien no alcanzarían para comerse al cotorraje, al menos –calculaba Raúl- provocaría la emigración por temor.
Pero los ofidios se negaron a trepar.
Raúl despidió las culebras y comenzó un curso intensivo de cetrería. Compró capuchas y guanteletes de cuero crudo, y pagó a precio de oro tres gavilanes que se escaparon en la primera suelta, demostrando no haber aprendido nada de los humanos. Amenazando al especialista, Raúl pudo conseguir que le repusieran el plantel, esta vez con halcones adiestrados. Sin embargo, Los animalitos se revelaron exquisitos en materia gastronómica, porque sólo persiguieron pichones. Sin duda los loros no eran parte de su dieta. Durante los meses siguientes probó con gatos, que huyeron al primer griterío.
La situación era gravísima porque Raúl se despertaba a las tres de la mañana esperando el incio del concierto en cualquier momento. Sufría mucho más los silencios que el alboroto, sabiendo de su pérdida inminente. Consideró blindar la casa con paneles acusticos ....
( continua ... pueden leer más textos de Oscar Zaitch en http://atrapadosporlaimagen.blogspot.com/search/label/Oscar%20Zaitch
Loros en Mi Higuera durante el Verano
Hermosos! Hicieron nido? Prepárate! Colonia de cotorras!! Muy buena semana!!
ResponderEliminarExcelente!!! Felicitaciones a Ricky y Óscar!!!! Bravo
ResponderEliminarQue mindos!! Y buenas fotos. Beso
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