Mi Calle, tantos años de tierra, tantas carreras en bicicleta, tantos raspones, que dejaron sangre sobre ella, en aquel entonces se mezclaban con la tierra.
Huellas de carros, que dejaban profundos surcos que con las lluvias la convertían en arroyitos y nosotros salíamos a jugar con nuestros camiones y topadoras Duravit y construíamos puentes y diques.
La cruzábamos sin mirar si venía algún auto, el pasto o el yuyo la invadían en aquellas zonas donde no la transitaban y eran usados por los peatones para no embarrarse en aquellos lugares donde no había veredas porque estaba despoblado.
Nuestra calle que tanta sangre sacó de nuestras manos en ampollas, trabajando con pico y pala para tirar escombros y emparejarla para poderla transitar.
Hoy diferente, desde el ’99, es asfaltada gracias al sacrificio de los vecinos, al principio los chicos jugaban a la paleta o al futbol, ahora casi imposible por lo transitada por los vehículos, hoy ya no existen esas viejas huellas, hoy modernas huellas generadas por las luces de los Autos.