jueves, 7 de enero de 2021

La Sangre de mi Pasión

 


La Pasionaria, Mburucuyá o Passiflora caerulea, es una planta trepadora nativa para alambrados y pérgolas con una floración bellísima. Es abundante en Chaco, La Rioja, Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. En Corrientes hay una ciudad que lleva su nombre y que es la cuna del chamamé y hay también un conocido parque nacional. En Argentina es particularmente abundante en Misiones, donde se la puede hallar al borde de las selvas o sobre los alambrados.


Su nombre científico le fue dado por botánico Carlos Linneo a raíz de que los religiosos de la época de la conquista la llamaban Pasionaria por ver en sus pétalos, pistilos y ramas la simbología de la pasión de Cristo. El epíteto especifico caerulea deriva del latín y significa azulado. Y en guaraní “mburucuyá” es ‘criadero de insectos’ .


La planta es polinizada fundamentalmente los abejorros, en especial uno localmente conocido como mangangá. En la región, las hojas de las pasionarias alimentan a las orugas de las mariposas espejitos (Agraulis vanillae maculosa), pero también a otras menos comunes. La más conocida es la passiflora caerulea pero hay muchísimas más dentro del género. Algunas nativas y otras no. La Passiflora edulis – el maracuyá – passiflora alata, passiflora chrysophylla, passiflora elegans y passiflora officinalis.

Varias especies de aves y mamíferos se alimentan de sus frutos con los que se hace un dulce riquísimo y sus hojas tienen propiedades para combatir el insomnio y la ansiedad.


Los nativos americanos usaron sus frutos como moneda de intercambio con otros pueblos. La pasionaria ha sido empleada tradicionalmente para combatir los estados de ansiedad, tensión nerviosa e insomnio, se usan las hojas en infusión, es antitusivo y antiasmático. Los guaraníes la utilizaban para preparar cataplasmas con las que trataban quemaduras, heridas e inflamaciones. Hay cientos de leyendas, cuentos y hasta compitió para ser la flor nacional de Argentina, pero perdió con el ceibo. Es la flor nacional de Paraguay.


Existen varias leyendas populares acerca del origen de las pasionarias.

Una de ellas cuenta que Mburucuyá (también «Mburukujá») era una muchacha española que se había enamorado de un aborigen guaraní, con quien se veía a escondidas. Mburukujá no era su nombre cristiano, sino el tierno apodo que le había dado su enamorado.
El padre de la muchacha, un militar, jamás hubiese aceptado esa relación con un hereje enemigo y, por otro lado, ya había decidido que su hija debía casarse con un joven capitán español. Al enterarse de la relación de su hija, decidió asesinar al muchacho guaraní. Mburucuyá, presa del dolor, se hundió en el corazón una flecha de plumas, la cual quedó sobre su pecho como una flor y cayó sobre el cuerpo de su amado muerto.
Tiempo después, en ese trágico sitio nació una planta nunca vista hasta entonces, la cual fue denominada mburucuyá.
La imaginación popular ve en la extraña flor de las pasionarias varios de los atributos que caracterizan el episodio de la pasión de Cristo. Así, se puede entrever la corona de espinas que le pusieron en la cabeza, los tres clavos con que fue fijado a la cruz, las cinco llagas que laceraron su cuerpo y las cuerdas con que lo ataron. El fruto pequeño y anaranjado, encierra unas semillas rojizas que se interpretan como las gotas de sangre coagulada que brotaron de las heridas del santo cuerpo.

Mburucuyá la sombra
de Eustaquio te cobija
la luna correntina
te presta su payé.
Tus hijos musiqueros
curtidos de silencio
revientan los olvidos
al son de chamamé.
II
Ya pulsan los Miqueri
sonoros instrumentos,
Antonio Niz sereno
suelta su bordonear.
Las cuerdas y los fuelles
se trenzan en el viento
el canto de la tierra
afirma el sentimiento
y allá por Manantiales
revienta un sapukay.
(Recitado)
Neike Juan Carlos Jensen
ponele a este momento
la palabra que el viento
te dicta en soledad.
Que sepan los que quieran
que nuestro sentimiento
tiene un mojón de fierro
aquí en Mburucuyá.
I
No hay varón correntino
que no sienta en el pecho
la urgencia de este tiempo
que nos convoca a hacer.
Juventud de mi tierra
asume tu esperanza
como una vieja lanza
del tiempo Imaguaré.
II
No importa compañero
el sueño que no ha sido
no importan los olvidos
que templan nuestra fe.
Los cuatrocientos años
del pueblo correntino
quieren que caminemos
juntos y convencidos
el tiempo esperanzado
de nuestro chamamé.
Mburucuyá te nombra
el canto Imaguaré!
Letra y música: Julio Cáceres

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