martes, 1 de marzo de 2016

Ñandu

"ÑANDÚ" es la especie que tenemos en Sudamérica , de un tamaño menor que el Avestruz Africano.
Es común, que lo llamemos con el nombre africano, pero no correspode. Mientras que el Emú, es el que se encuentra en la Isla de Tasmania, Oceanía.
El Ñandu, también conocido como Suri, del norte, Choique, petiso o cordillerano.
Esta especie llega a medir 100 cm y pesar unos 25 kilos.
Él que ven en la foto es un polluelo macho.
Existen tres sub especies: Rhea Pennata pennata, Rhea Pennata Garlepi, Rhea Pennata Tarapacensis.


Más sobre el ñandú: En el conocimiento indígena, estaba asociado a la llegada de las lluvias. Por eso, se lo representa en los rituales propiciatorios en los que hay grupos de jóvenes que se "empluman". En el norte, bailan al son de los sikus, al frente de las procesiones y misachicos. En el sur, lo hacen en el Nguillatün bailando el "Loncomeo", o "danza con la cabeza", en la que imitan el movimiento del cuello del animal cuando está por llover.

El ñandú petiso, suri en el norte, choique en el sur, es un ave sagrada de todas nuestras culturas y está presente en rituales, danzas, canciones e iconografía a lo largo y ancho de la Argentina. Es tan importante que lo que conocemos como "Cruz del Sur" en el cielo, para los patagónicos se llamaba "Peñon Choique" (pata de ñandú) y no tenía forma de cruz sino de los tres dedos del ave unidos por el extremo.






En la cerámica andina, se lo dibuja de perfil y su carácter sagrado se evidencia en que dentro del cuerpo se agregan símbolos cosmogónicos que representan los puntos cardinales, los opuestos complementarios, etc. También puede aparecer en una forma abstracta, en la que sólo vemos un ojo, una pata, una hilera de plumas, Así se da también en las guardas tejidas.

NEMEC Y EL AMANIC La playa del denso bosque donde estaba enclavada la toldería mocoví se ensombrecía en las primeras horas vespertinas. El cacique Nemec, cazador habilidoso como pocos, husmeó una presa en las sombras movedizas y, sin perder tiempo, se lanzó a capturarla. Pero por más empeño y artimaña que empleó para enredar al amanic (ñandú), éste se le fue de las manos como por encanto.

Nemec, herido en su amor propio, no consentía en regresar derrotado al tolderio y empezó una tenaz persecución; pero el amanic entre los senderos del monte huía. Detrás Nemec, afanoso, incansable . Por fin llegaron al horizonte y el amanic en vez de precipitarse al vacío se elevó al Ipiquem (cielo, lo de arriba). El indio, desfigurado, vencido, rendido, lo contempló en su raudo vuelo hacia las estrellas donde quedó convertido en constelación radiante de esplendor. 
( De "El cielo en la mitología americana", F. Molina-Tellez, Emece, Buenos Aires, 1944 .

Información aportada por mi amiga Maria Rosa de Garin

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