El 20 de noviembre de 1845, siendo el general Juan Manuel de Rosas responsable de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, tuvo lugar el enfrentamiento con fuerzas anglofrancesas conocido como la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro. La escuadra agresora intentaba obtener la libre navegación del río Paraná para auxiliar a Corrientes, provincia opositora al gobierno de Rosas. Esto permitiría que la sitiada Montevideo pudiera comerciar tanto con Paraguay como con las provincias del litoral. El encargado de la defensa del territorio nacional fue el general Lucio N. Mansilla, quien tendió de costa a costa barcos “acorderados” sujetos por cadenas. La escuadra invasora contaba con fuerzas muy superiores a las locales. A pesar de la heroica resistencia de Mansilla y sus fuerzas, la flota extranjera rompió las cadenas y se adentró en el Río Paraná.
El sitio de Montevideo impulsado por Juan Manuel de Rosas tenía el objeto de combatir al jefe oriental Rivera y a los exiliados opositores. Atacados sus intereses comerciales en el Río de la Plata, Inglaterra y Francia apresaron la escuadra argentina del almirante Guillermo Brown y mantuvieron el propósito de remontar el Paraná para comerciar con el Paraguay. En la Vuelta de Obligado se extendió una triple cadena para cerrarles el paso y se dispusieron baterías frente al río. Luego de intensos combates, las naves anglofrancesas quebraron la línea de defensa argentina, pero no encontraron poblaciones que quisieran adquirir sus
mercaderías. Desde 1840 se había renovado en Inglaterra el interés por el comercio con América del Sur. Para la expansión de su actividad económica reclamaba la libre navegación de los ríos. Rosas no estaba dispuesto a aceptar esta exigencia. Al mantener el control de la navegación y de las recaudaciones aduaneras perseguía varios propósitos: engrosar el tesoro de la provincia; lograr el apoyo de los comerciantes porteños favorecidos por su política; ocasionar perjuicio a sus opositores de las provincias del litoral; ejercer presión económica sobre Paraguay para que éste terminara por incorporarse a la Confederación; influir sobre la política seguida por Uruguay y por Brasil.
Cuando en 1843 Oribe inició el sitio de Montevideo, luego de haber derrotado a Rivera en Arroyo Grande, la flota argentina al mando de Brown inició el bloqueo por mar. La defensa de la ciudad quedó al mando del general Paz que formó legiones de extranjeros. El representante inglésMandeville y el francés de Lurdemediaron para poner fin a esta situación. Rosas rechazó la mediación.
El comandante de la escuadra inglesa en el Atlántico actuó por su cuenta y desconoció el bloqueo. Florencio Várela partió a Europa en representación de Rivera y de la Comisión Argentina (unitarios) para gestionar la intervención armada anglofrancesa contra el gobernador de Buenos Aires. En esta oportunidad, también Brasil intervino en el conflicto a favor de sus propios intereses. A mediados de 1844 propuso a Gran Bretaña una acción conjunta contra Buenos Aires para eliminar la influencia argentina en la Banda Oriental y establecer la apertura de la navegación de los ríos interiores. Esta apertura era necesaria, declaraba, para poner fin al aislamiento del Paraguay.
Rosas no estaba dispuesto a permitirlo y preparó la defensa, que resultó heroica. En la Vuelta de
Obligado sobre el río Paraná, el 20 de noviembre de 1845,
en una larga batalla en la que sufrieron numerosas pérdidas materiales y humanas,
las fuerzas militares y navales porteñas intentaron impedir el paso de las naves extranjeras.
Rosas
nombra al general Lucio Norberto Mansilla, oficial de San Martín en Chacabuco, comandante
interino de la División Norte. Con más patriotismo que recursos se
propuso detener a los invasores en las barrancas de la Vuelta de Obligado, al
norte de la localidad de San Pedro. De costa a costa del río Paraná ancló veinticuatro pontones atados
con triple cadena y en tierra desplegó 2.200 soldados, con 35 piezas de artillería.
En la mañana del 20 de noviembre de
1845, el general Mansilla arengó a las tropas: “¡Vedlos, camaradas, allí los
tenéis!… Considerad el tamaño
del insulto que vienen haciendo a la
soberanía de nuestra Patria, al navegar las
aguas de un río que corre por el territorio de
nuestra República, sin más título
que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero
se engañan esos miserables aquí no
lo serán!
Tremole el pabellón azul y blanco y muramos todos antes
que verlo bajar de donde flamea”.
Con la última estrofa del Himno Nacional Argentino se abrió el fuego sobre el enemigo. La heroica lucha duró
varias horas y a la caída del
sol ingleses y franceses desembarcaron y se apoderaron de las baterías. La escuadra cortó las
cadenas y siguió hacia
el Norte. Murieron doscientos cincuenta argentinos y
medio centenar de integrantes de la escuadra aliada.
Texto extraído de Internet, autores varios.