viernes, 11 de septiembre de 2020

Día del Maestro: Escuela Nº 22

Feliz Día del Maestro
En un artículo publicado en la Revista Argentina , Julio Cortázar reflexiona sobre la esencia y la misión de un auténtico docente y señala los frecuentes motivos del fracaso de la profesión. “En el fondo de todo verdadero maestro existe un santo, y los santos son aquellos hombres que van dejando todo lo perecedero a lo largo del camino”, afirma el escritor e intelectual argentino, que también fue profesor, graduado en letras en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta.

“Escribo para quienes van a ser maestros en un futuro que ya casi es presente. Para quienes van a encontrarse repentinamente aislados de una vida que no tenía otros problemas que los inherentes a la condición de estudiante; y que, por lo tanto, era esencialmente distinta de la vida propia del hombre maduro. Se me ocurre que resulta necesario, en la Argentina, enfrentar al maestro con algunos aspectos de la realidad que sus cuatro años de Escuela Normal no siempre le han permitido conocer, por razones que acaso se desprendan de lo que sigue. Y que la lectura de estas líneas –que no tiene la menor intención de consejo- podrá tal vez mostrarles uno o varios ángulos insospechados de su misión a cumplir y de su conducta a mantener.

Ser maestro significa estar en posesión de los medios conducentes a la transmisión de una civilización y una cultura; significa construir, en el espíritu y la inteligencia del niño, el panorama cultural necesario para capacitar su ser en el nivel social contemporáneo y, a la vez, estimular todo lo que en el alma infantil haya de bello, de bueno, de aspiración a la total realización. Doble tarea, pues: la de instruir, educar, y la de dar alas a los anhelos que existen, embrionarios, en toda conciencia naciente. El maestro tiende hasta la inteligencia, hacia el espíritu y finalmente, hacia la esencia moral que reposa en el ser humano. Enseña aquello que es exterior al niño; pero debe cumplir asimismo el hondo viaje hacia el interior de ese espíritu y regresar de él trayendo, para maravilla de los ojos de su educando, la noción de bondad y la noción de belleza: ética y estética, elementos esenciales de la condición humana.

Nada de esto es fácil. Lo hipócrita debe ser desterrado, y he aquí el primer duro combate; porque los elementos negativos forman también parte de nuestro ser. Enseñar el bien, supone la previa noción del mal, permitir que el niño intuya la belleza no excluye la necesidad de hacerle saber lo no bello. Es entonces que la capacidad del que enseña –yo diría mejor: del que construye descubriéndose pone a prueba. Es entonces que un número desoladoramente grande de maestros fracasa. Fracasa calladamente, sin que el mecanismo de nuestra enseñanza primaria se entere de su derrota; fracasa sin saberlo él mismo, porque no había tenido jamás el concepto de su misión. Fracasa tornándose rutinario, abandonándose a lo cotidiano, enseñando lo que los programas exigen y nada más, rindiendo rigurosa cuenta de la conducta y disciplina de sus alumnos. Fracasa convirtiéndose en lo que se suele denominar «un maestro correcto». Un mecanismo de relojería, limpio y brillante, pero sometido a la servil condición de toda máquina.

Algún maestro así habremos tenido todos nosotros. Pero ojalá que quienes leen estas líneas hayan encontrado también, alguna vez, un verdadero maestro. Un maestro que sentía su misión; que la vivía. Un maestro como deberían ser todos los maestros en la Argentina.

Lo pasado es pasado. Yo escribo para quienes van a ser educadores. Y la pregunta surge, entonces, imperativa: ¿Por qué fracasa un número tan elevado de maestros? De la respuesta, aquilatada en su justo valor por la nueva generación, puede depender el destino de las infancias futuras, que es como decir el destino del ser humano en cuanto sociedad y en cuanto tendencia al progreso.

¿Puede contestarse la pregunta? ¿Es que acaso tiene respuesta?

Yo poseo mi respuesta, relativa y acaso errada. Que juzgue quien me lee. Yo encuentro que el fracaso de tantos maestros argentinos obedece a la carencia de una verdadera cultura que no se apoye en el mero acopio de elementos intelectuales, sino que afiance sus raíces en el recto conocimiento de la esencia humana, de aquellos valores del espíritu que nos elevan por sobre lo animal. El vocablo «cultura» ha sufrido como tantos otros, un largo malentendido. Culto era quien había cumplido una carrera, el que había leído mucho; culto era el hombre que sabía idiomas y citaba a Tácito; culto era el profesor que desarrollaba el programa con abundante bibliografía auxiliar. Ser culto era –y es, para muchos- llevar en suma un prolijo archivo y recordar muchos nombres…

Pero la cultura es eso y mucho más. El hombre –tendencias filosóficas actuales, novísimas, lo afirman a través del genio de Martín Heidegger- no es solamente un intelecto. El hombre es inteligencia, pero también sentimiento, y anhelo metafísico, y sentido religioso. El hombre es un compuesto; de la armonía de sus posibilidades surge la perfección. Por eso, ser culto significa atender al mismo tiempo a todos los valores y no meramente a los intelectuales. Ser culto es saber el sánscrito, si se quiere, pero también maravillarse ante un crepúsculo; ser culto es llenar fichas acerca de una disciplina que se cultiva con preferencia, pero también emocionarse con una música o un cuadro, o descubrir el íntimo secreto de un verso o de un niño. Y aún no he logrado precisar qué debe entenderse por cultura; los ejemplos resultan inútiles. Quizá se comprendiera mejor mi pensamiento decantado en este concepto de la cultura: la actitud integralmente humana, sin mutilaciones, que resulta de un largo estudio y de una amplia visión de la realidad.

Así tiene que ser el maestro.
Y ahora, esta pregunta dirigida a la conciencia moral de los que se hallan comprendidos en ella: ¿Bastaron cuatro años de Escuela Normal para hacer del maestro un hombre culto?

No; ello es evidente. Esos cuatro años han servido para integrar parte de lo que yo denominé más arriba «largo estudio»; han servido para enfrentar la inteligencia con los grandes problemas que la humanidad se ha planteado y ha buscado solucionar con su esfuerzo: el problema histórico, el científico, el literario, el pedagógico. Nada más, a pesar de la buena voluntad que hayan podido demostrar profesores y alumnos; a pesar del doble esfuerzo en procura de un debido nivel cultural.


La Escuela Normal no basta para hacer al maestro. Y quien, luego de plegar con gesto orgulloso su diploma, se disponga a cumplir su tarea sin otro esfuerzo, ése es desde ya un maestro condenado al fracaso. Parecerá cruel y acaso falso; pero un hondo buceo en la conciencia de cada uno probará que es harto cierto. La Escuela Normal da elementos, variados y generosos, crea la noción del deber, de la misión; descubre los horizontes. Pero con los horizontes hay que hacer algo más que mirarlos desde lejos: hay que caminar hacia ellos y conquistarlos.

El maestro debe llegar a la cultura mediante un largo estudio. Estudio de lo exterior, y estudio de sí mismo. Aristóteles y Sócrates: he ahí las dos actitudes. Uno, la visión de la realidad a través de sus múltiples ángulos; el otro, la visión de la realidad a través del cultivo de la propia personalidad. Y, esto hay que creerlo, ambas cosas no se logran por separado. Nadie se conoce a sí mismo sin haber bebido la ciencia ajena en inacabables horas de lecturas y de estudio; y nadie conoce el alma de los semejantes sin asistir primero al deslumbramiento de descubrirse a sí mismo. La cultura resulta así una actitud que nace imperceptiblemente; nadie puede despertarse mañana y decir: «Sé muchas cosas y nada más». La mejor prueba de cultura suele darla aquél que habla muy poco de sí mismo;porque la cultura no es una cosa, sino que es una visión; se es culto cuando el mundo se nos ofrece con la máxima amplitud; cuando los problemas menudos dejan de tener consistencia; cuando se descubre que lo cotidiano es lo falso, y que sólo lo más puro, lo más bello, lo más bueno, reside la esencia que el hombre busca. Cuando se comprende lo que verdaderamente quiere decir Dios.

Al salir de la Escuela Normal, puede afirmarse que el estudio recién comienza. Queda lo más difícil, porque entonces se está solo, librado a la propia conducta. En el debilitamiento de los resortes morales, en el olvido de lo que de sagrado tiene el ser maestro, hay que buscar la razón de tantos fracasos. Pero en la voluntad que no reconoce términos, que no sabe de plazos fijos para el estudio, está la razón de muchos triunfos. En la Argentina ha habido y hay maestros: debería preguntárseles a ellos si les bastaron los cuatro años oficiales para adquirir la cultura que poseen. «El genio –dijo Buffon- es una larga paciencia». Nosotros no requerimos maestros geniales; sería absurdo. Pero todo saber supone una larga paciencia.

Alguien afirmó, sencillamente, que nada se conquista sin sacrificio. Y una misión como la del educador exige el mayor sacrificio que puede hacerse por ella. De lo contrario, se permanece en el nivel del «maestro correcto». Aquéllos que hayan estudiado el magisterio y se hayan recibido sin meditar a ciencia cierta qué pretendían o qué esperaban más allá del puesto y la retribución monetaria, ésos son ya fracasados y nada podrá salvarlos sino un gran arrepentimiento . Pero yo he escrito estas líneas para los que han descubierto su tarea y su deber. Para los que abandonan la Escuela Normal con la determinación de cumplir su misión. A ellos he querido mostrarles todo lo que les espera, y se me ocurre que tanto sacrificio ha de alegrarnos. Porque en el fondo de todo verdadero maestro existe un santo, y los santos son aquellos hombres que van dejando todo lo perecedero a lo largo del camino, y mantienen la mirada fija en un horizonte que conquistar con el trabajo, con el sacrificio o con la muerte.

Texto completo de “Esencia y misión del maestro” 


Escuela Nº 22, Municipio de Chivilcoy





lunes, 7 de septiembre de 2020

Mariposas


Agraulis vanillae, Espejitos


Agraulis vanillae, Espejitos





Monarca

viernes, 4 de septiembre de 2020

miércoles, 26 de agosto de 2020

Sarmiento jugando a las Bochas




CLUB Atlético Sarmiento
Una de las más antiguas y prestigiosas de las entidades en lo deportivo y social de la localidad, essin dudaalguna el Club del título, fundado el 26 de agosto de 1926, con el primitivo nombre de B.A.P. , denominación que al poco tiempo se le cambia por el actual.
La inspiración de sus fundadores está orientada a la práctica del football, en esos años ya impuesto en los centros urbanos más poblados de nuestro país. Su primer presidente es Pedro A. Stefanelli.


Es opinión del autor, que la desaparición del Club Sport, habría motivado la creación del club Sarmiento, por una simple coincidencia del tiempo, uno desaparece y el otro emerge.
El primer equipo de football tiene como capitán a Alejandro Tosi.
El 8 de Agosto de 1932, es creada la primer Comisión de Damas con Asunción Rodriguez como Presidente.


En los Años 1938/39, siendo presidente Domingo Bazan se resuelve aquirir elterreno donde hoy está instalado, el Campo de Deportes.
El 28 de Abril de 1940, Bajo la presidencia de Andres Montesano, se produce la bendición e inauguración de la cancha, disputandose un match de fútbol con el club Huracán de Mercedes.
El proyecto para la construcción del edificio propio de la entidad tiene inicio el 29 de Diciembre de 1963. Se comienzan los trabajos el 7 de Marzo de 1966.
Con idas y venidas y no sin tropiezos , ya que la obra se paralizó algunas veces el edificio, es terminado el 8 de Marzo de 1968, bendecido por Lancelot Carrol.


Su Superficie cubierta es de alrededor de 500 m2 y su distribución se compone de: salón para buffet, hall, baños, secretaría y cocina en la parte baja y por una amplia y cómoda escalera se llega a la planta alta, allí hay otro fuffet, un amplio salon de fiestas.
En esos años el club incorpora definitivamente a su patrimonio el campo de deportes y terreno donde se edifica la sede.


Durante la presidencia de Ernesto Micucci, en marzo de 1979, se compra el terreno y sobre él es construida la cancha de Bochas la cual está techada.
A mediados de 1983, comienzan los trabajos para la construcción de un gimnasio cubierto, que concluye en 1985, situada en la parte trasera de la sede Social.
Una de las obras más importantes de la institución, es sin duda su pileta de natación, constituida en el lugar.


El texto es un resumen, extraído del Libro RAWSON, Entre dos Siglos ( 1865 - 2000 ) 
de Omar Cristóbal García
Fotografías realizadas en Enero de 2020



sábado, 22 de agosto de 2020

Coipo o Nutria (Myocastor coypus)


Reino: Animalia
Filo: Chordata
Clase: Mammalia
Orden: Rodentia
Suborden: Hystricomorpha
Infraorden: Hystricognathi
Familia: Myocastoridae 
Otros nombres: Nutria Criolla, Rata de bañado, entre otros.


Descripción: Roedor de gran tamaño, de cuerpo robusto y macizo. Cabeza grande, de perfil triangular, y cuello corto. En adultos reproductores, incisivos anaranjados de gran tamaño. Ojos y orejas pequeños, en la parte superior de la cabeza.
Sus extremidades son diferentes entre sí. Las delanteras son cortas con 4 dedos largos y un pulgar reducido. Las traseras, por otro lado, son más largas con 5 dedos bien desarrollados, de los cuales 4 se encuentran unidos por una membrana interdigital completa. Todos los dedos terminan en fuertes garras.
La cola es escamosa, larga y cilíndrica, afinándose hacía la base.
Su pelaje, que les confiere impermeabilidad y resistencia a las bajas temperaturas, se divide en dos capas: una interna de pelos cortos, muy densos y de color pardo oscuro, y otra externa de pelos más largos y ásperos, color pardo amarillento o rojizo. El vientre está cubierto por un pelaje más suave y de color más claro. El extremo del hocico y vibrisas (bigotes) de color blanco.


Hábitat: Ambientes acuáticos como ríos, arroyos, lagunas, pantanos y esteros, con gran cobertura vegetal. En ocasiones, en la orilla del mar y en aguas salobres. En ríos correntosos prefieren remansos o bañados aledaños.

Costumbres: Viven en parejas o grupos muy pequeños de entre 2 y 13 individuos. Normalmente nocturnos o crepusculares, aunque a veces es posible verlos durante el día.
Nadan velozmente, solo con la cabeza fuera del agua y la cola estirada que usan como timón, mientras se impulsan con las patas traseras. Son también hábiles buceadores y pueden llegar a pasar 10 minutos bajo el agua.
Construyen largas galerías que comienzan con una entrada al nivel del agua y terminan en una cámara de aproximadamente 70 cm de diámetro. También construyen plataformas para comer, descansar y acicalarse en la orilla o sobre plantas flotantes, usando vegetales cortados.


En tierra utilizan siempre los mismos senderos, por los cuales transitan con agilidad, y demuestran una gran rapidez si se los sorprende caminando por ellos.
Se alimentan gramíneas y de hierbas acuáticas, que sostienen con las manos al comerlas mientras se encuentran sentados sobre sus patas traseras.
La reproducción se da todo el año y en su transcurso pueden llegar a tener hasta 3 camadas. Durante el cortejo, la pareja realiza jugueteos y persecuciones dentro del agua y fuera de ella. La gestación dura entre 130 y 140 días, y al finalizar la hembra da a luz entre 2 y 13 crías en un nido previamente acondicionado con un colchón de vegetales. Las crías no tardan mucho en poder caminar y nadar, y se alimentan de vegetales a los pocos días del parto, aunque la lactancia se prolonga hasta 2 meses. Llegan a vivir hasta 6 años.


Distribución: Gran parte de Argentina, todo Uruguay y Paraguay, sur de Brasil, centro y sur de Chile, y Bolivia. En las diferentes regiones se puede encontrar una subespecie distinta.

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