La noche anterior a mi viaje a Talampaya, en un cambio de palabras, me comentan que la visita estaba complicada debido a las lluvias.
Por un par de días, estuvieron suspendidos los recorridos.
Para que ustedes se ubiquen, no existe un camino. Sólo huellas que van realizando los vehículos que circulan por el cañón.
Por dicho cañón, en épocas de lluvia, circula un arroyo que permanece en la superficie no más de ocho horas.
Al ser la zona tan seca, el agua penetra en la arena, arcilla y tierra rápidamente. Eso hace que el cauce se ablande y se haga imposible la circulación con vehículos.
El día del viaje me levanté temprano –bueno, para el que me conoce esto no es novedad- para realizar el viaje: unos 150 km desde Valle Fértil donde me encontraba alojado.
El objetivo era llegar a las ocho de la mañana. Salí unas dos horas antes para conducir tranquilo con un ojo en la ruta. De a ratos, el ojo derecho mirando el este y la posibilidad de capturar un amanecer y de a ratos, el ojo izquierdo mirando al poniente, deleitándome con un bello cordón montañoso.
Estaba bastante nublado lo que hizo imposible ver un gran amanecer, ni siquiera entre las nubes.
Cuando llego al Parque Nacional Talampaya me dirijo a la oficina de información con el termo bajo el brazo para averiguar y organizar mi visita.
Me vi obligado a esperar más de dos horas pues debían observar si el camino se encontraba en condiciones de ser transitado.
Luego de un rato se abrió la tranquera y todos salimos al ruedo.
En unos cuantos micro-buses, después de las diez y media de la mañana salimos rumbo al cañón.
Qué paisaje tan seco!!! Me da cosita en el corazón...hermosa la foto con el árbol, yo necesito ver verde...
ResponderEliminarparecen lugarea donde deben aparecer platos voladores.....si los ves, compartinos, buen domingo....
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