El aguacero que
vivimos en Buenos Aires, primera semana de agosto, me la cargué en el baúl del
auto y me la llevé de viaje a Misiones.
Horas y horas,
manejando bajo la lluvia, hasta llegar a Cuatro Bocas, en la provincia de
Corrientes. Harto de manejar mirando el limpiaparabrisas, decido ponerme a
dormir y esperar mejor suerte al despertarme.
Faltaba casi la
mitad del recorrido y deseaba amanecer con un hermoso amanecer para mi cámara.
Nada de ello, al principio nublado, todo el trayecto en las rutas correntinas.
Al empezar a elevar altura sobre el nivel del mar. Las nubes planchadas sobre
los cerros misioneros. Se producía un efecto, que era una mezcla entre un
pequeña garua y neblina.
El limpia parabrisas seguía siendo mi compañía, parecía un proyector de diapositivas, con cada paso limpiaba la imágenes que se me venían frente a mí y me posicionaba una nueva escena frente a mis ojos.
Saben bien
ustedes, fanático de la niebla, estaba a mis anchas. No debía perderme ninguna
escena, todas eran un deleite para los sentidos y hacer volar mis fantasías.
Solo, tener el mayor de los cuidados al manejar.
Cada subida parecía ingresar en una nube, cada bajada era descender a la tierra.
Plantaciones de té a ambos lados de los caminos se acercaban.
Nunca los había fotografiado de esa manera.
El próximo
capítulo lo compartiré, acompáñenme en este nuevo viaje.