sábado, 1 de diciembre de 2012

El Laberinto de la Vida


 Desde el día en que fruto del Amor de nuestros padres, nos incuban, vamos recorriendo este laberinto de la Vida, lleno de flores y espinas.
Luego de nueve meses, Dios marca en el calendario que debemos ver la luz en este mundo. Y apenas lo hacemos, nos dan una palmada en las nalgas para escuchar nuestro primer llanto y todos felices sonríen por ello.
También ese día, ÉL pone en su almanaque secreto la fecha en que terminaremos de recorrerlo y encontraremos la salida.
 Los primeros años, entre pañales y biberones, nos dicen que transcurrimos nuestros momentos. Y sólo lo comprobamos de grandes cuando vemos a los nuevos nacidos, haciendo eso. ¿Nosotros habremos sido iguales? Nos carcome el cerebro por no poder recordarlo.
Cuando empezamos a gatear o dar nuestros primeros pasos, en un corralito nos ponen, un laberinto sin salida, para limitar nuestros actos inquietos y de grandes descubridores.
Todos pendientes de que expresaremos primero: ¿Papá o Mamá? Ya somos fruto de la competencia de los demás.
Al tiempo, independientes somos y para demostrárnoslo y para hacer uso de ella, nos obligan a ir a la escuela.
Ya vamos seleccionando en el laberinto qué rumbo tomar, chocando contra las duras paredes de la realidad, que nos dicen “ese camino no”. Quedamos allí inmóviles, muchas veces hasta decidir los pasos a seguir.
 Momentos alegres, otros tristes, está en nosotros saber tener a flor de piel los más dichosos, para tener un sano equilibrio en la vida.
El laberinto de la vida, no es más ni menos que un péndulo, que difícilmente logre el equilibrio. En momentos estamos muy arriba, en un extremo. En otros, abajo. A veces en un extremo, en otras en el lugar opuesto.
Eso es lo que debemos visualizar, como el péndulo.
Cuando llegamos arriba, sin fuerza quedamos para seguir en el mismo sentido, instantáneamente inmóviles. Pero es transitorio. Un nuevo recorrido, en sentido inverso, tendremos pero sin lugar a dudas con las máximas fuerzas en el interior para afrontarlo, que seguro pasaremos por un instante muy abajo, muy profundo de nuestras vidas.
Que muy sabia la Vida es, que en ese instante el mayor impulso tendremos para salir de allí y subir nuevamente la cuesta hasta llegar agotados a lo más alto.
 Por ello, el péndulo se asemeja a la alegría y a la tristeza, al bien y el mal, que es lo que nos depara nuestro laberinto.
Encontramos paz o guerras. ¿Cómo debemos actuar?
Ser fuertes y rígidos no, porque esa rigidez nos convierte en frágiles. Entonces, maleables, no, porque nos puede desviar de un objetivo deseado o buscado.
¿Entonces? La combinación entre ambas para ser usadas en las diferentes circunstancias del recorrido.
 ¿Por qué? ¿Para qué? Eso nos preguntamos cuando nos pasan cosas desagradables, con un sentimiento pesimista. Pero la respuesta debe tener una visión optimista, para seguir avanzando en el recorrido por otro camino más saludable.
¿Pero cuándo llegaremos al final? No, esa pregunta no debes hacértela, no está en nosotros esa respuesta, está en ÉL, como dije al principio.
Por ello, no debemos parar, sí descansar, reflexionar un instante, para seguir.
 Siempre habrá flores y espinas. Flores, para disfrutar su belleza. Espinas, para cambiar el rumbo cuando nos producen dolor, porque al fin y al cabo en un tiempo también ellas nos regalarán flores.

Imágenes realizadas en el Laberinto del Parque Vortisch donde se efectuó la Fiesta de la Orquídea en Montecarlo Misiones.

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Muchas Gracias a SAG AB por esta bella Mención

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Mi Foto en la Noche de los Museos

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